Detrás de la ventana, falanges viejas envueltas en venas últimas desentrañaban dados. Los ojos buscaban la generala. Un despertador sobre el borde de la mesa contaba los restos. Medio litro de gaseosa de naranja y nada más de ese lado. Delante, otra mujer en edad traidora se apoyaba en diez patas, con dos bastones de cuatro y sin decidir la pared. Con todo le narraba a un pendejo concentrado en bíceps y afán de domingo, "...Y YO ME ENAMORÉ DE ÉL..."
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