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El esqueleto terminó un té y miró sus pies. Puro hueso sucio, más cerca del polvo. Con un poco de vergüenza se pulió contra los nichos comunes, para brillar en esa noche de tumbas cambiadas, mortajas provocativas y floreros llenos. Falanges rascando placas de bronce y Gianni Lavarello en representación de los caídos en aquella emboscada italiana. Dijo que todos estaban muy elegantes. Y pidió un aplauso.
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