Alumbrada en el amor de un hombre de caramelo que la dejaba ser, se olvidó de ella. Perdida en armónicas propias se aturdía para no saber más de lo que debía ponerse para él.
"Para vos, para vos", le decía.
El hombre de caramelo era un racimo de papilas dislocadas. Tanta sangre a propósito de nada era lo doméstico. Pero ella conseguía arreglar la ropa y la cara a tiempo para divertirlo.
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Hace 3 días
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