viernes, 7 de marzo de 2008

...una navidad...

Tomó mucho vino sin mojarse. Se sentó y miró afuera. Gozó del estudio de artículos que no la dejaban abrir las piernas sobre algunos hombros. Desdijo la ilegalidad de los jardines, así: -Esto no se lo digas a Nadie." La brevedad de las tetas, pelitos dorados en su espalda baja, transpirando nuestra decisión de la tarde, cuando ellos no nos ven. Una travesura atemporal. "-La información proporcionada hoy en día es excesiva, imposible de procesar, nociva. No me hago responsable. Estás por tu piel, muchacho. Y es navidad. Cuidado con los excesos del norte. Cuidate-."
Con esas palabras salí, prendí un planeta y llegué a casa tranquilo y con alegría imposible de justificar ante la ley. Veía una navidad en el espacio, mi casamiento con una especie inenarrable; íntimo y espectacular, otra atmósfera. Evento despreciable. Suficiente para apagarme sobre el próximo diálogo, saber quién se portó mal, esconder las señales, componer el gesto y desear para todos.

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