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Estado leproso en rama. Un cierre encadenado y sin raíz. Pastillas de felpa y culos de barro. Un lugar lindo para perder el hígado y los ojos claros. En esa épica nos asaltaba el miedo justo, después de la sentencia. Llegábamos lejos, éramos plateados y lineales. El vidrio nos quedaba bien y el líquido nos hacía corazonados. Ningún jabón nos aliviaba. Las telas frías nos daban el peso exacto y zumbábamos verdes sobre el asfalto emparejando los crímenes. Y nunca volvíamos tarde.
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