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Una pantalla dura en su nariz le permitió voz fluída para decir que los gatos de algún patio tienen tanta importancia como algunas vísceras colgadas por despecho. Las señoras preguntaban quién era. A algunos señores les pareció simpático pero necesitaban de su justicia local. Lo despidieron desde la espalda. Uno de los peinados le dio cuatro pesos y complicidad. Pero estaba afuera. No pudo disfrutar. La soledad en ese momento se le plantó mejor. A veces estaba demasiado débil. No pensó.Una flor de crépe murió en su ojal. Para él fue demasiado.
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